Elisa Torreira
Artista
sobre la artista
Artista multidisciplinar y poeta. Su trabajo gira en torno a la “verbalización del objeto artístico” y descontextualizar la Poesía. Y para ello trabaja en diferentes líneas de creación, como el libro de artista, la fotografía, el video poema, la performance y la Instalación.
Desde 1998 ha expuesto y realizado diferentes actividades artísticas en España, Ecuador, Francia, Alemania, Portugal y México. Ha participado en diferentes ferias como JustMad, Estampa, Masquelibros, Arts libris, ALmaGráfica, Artesantander, y dirigido talleres para la Fundación Cerezales Antonino y Cinia. Ha obtenido, entre otros, la Beca Alnorte a proyecto expositivo 2002 y La Beca del Museo Antón a la creación escultórica 2019.
Resumen:
“Área protegida” Museo Antón, Asturias, 2020 / Por el desván de mi infancia Galería Utopía Park Way, Madrid, 2019 / Esperando la marea Inmoderatus, Museo Barjola. Asturias / Libro de artista-No libro, Universidad de Oviedo, Ivorypress- Madrid y Universidad de Salamanca / Nace un libro, Galería Amaga. Asturias 2018 / Oscura edad, Sa Nostra Sala. Ibiza / Cinco sentidos, Museo Barjola. Asturias 2017 / Inmoderatus 13 ESPACIOarte, Sevilla 2016. La Lonja, Alicante 2015 / Esperando la marea, Diario de Ibiza, Illes Baleares / Bullit. Garden Art Gallery. Ibiza 2014 / Escura Idade, Galería Serpente. Oporto 2012 / In Extenso, CMAE Asturias / Libros de artista, galería Rina Bouwen, Madrid 2011 / Luz – Memoria – Muerte, Centro de arte Tomás y Valiente. Fuenlabrada. Madrid / Por el desván de mi infancia, Estío 11, Galería Gema Llamazares. Asturias 2010 / Luz – Memoria – Muerte, Museo Antón. Candas, Asturias / Tres Vértices. Museo Olga Costo – José Chávez Morado. Guanajuato. México / Sabores da terra. Galería de Antiga Casa da Capitanía. Aveiro y CMAE Asturias / Azul, libros de artista, Galería Concha Pedrosa. Sevilla 2009 / Arte Alnorte, Palacio Revillagigedo. Asturias/ Diálogos transversales, Oberhessisches Museum, Giessen / Me gustan las cosas inútiles. Galería Alfara, Oviedo 2008 / 18º Bienal Ciudad de Zamora. Galería Cubo Azul 2006 / El aire también muere, Horno de la Ciudadela. Pamplona 200 /. Palabras pintadas, Auditorio Víctor Jara. Arganda del Rey. Madrid / Artesantander con Galería Amaga / Blanco y Azul. CMAE. Avilés y Saint Nazaire 2004 / De tal arte tal astilla, Museo Barjola. Asturias 2003 /Versura, Beca Alnorte a proyecto expositivo. Asturias 2002.
Textos Críticos
CON OTRA LUZ
Lo que fue jamás está en su sitio, y sin embargo en ocasiones parece ocupar todo el espacio. De la misma manera que la muerte siempre está ahí, pronta, como dispuesta a sellar los límites mitológicos de lo que se nos antoja una oscura edad. Lo que fue jamás está en su sitio, pero seguimos esperando el eco de su reverberación, la eterna promesa de lo que pudo haber sido de haberse dado los hechos de un modo distinto a lo acontecido. Los hechos suceden casi siempre a contrapelo de la trama, dispuestos a estorbar la urdimbre perfecta del plan que parecía estarnos reservado desde el inicio de los tiempos, antes de la oscura edad. Y eso, a menudo, tiene la consecuencia de condenarnos a la espera. Esa que para Beckett suspende la vida en el instante eterno de aguardar a Godot.
Para Elisa Torreira, no obstante, se trata de una esperanzada espera, gracias principalmente a llenarla de trabajo productivo, firmemente anudado con su aliento poético. En su espera puede oírse el eco del mar del norte, cuyo incesante oleaje vino a reencontrar en unas islas de más al sur. Y de ese modo puntúa su imaginario artístico con perfectas esferas de posidonia, como cápsulas del tiempo capaces de mitigar su dolor, así como las mareas moldean las aristas de lo naufragado en su restitución del canto rodado.
Elisa Torreira no renuncia, a pesar de todo, a que podamos adivinar en el centro mismo de su ojo el origen de la sombra, ni deserta de alcanzar su sueño cada mañana, suspendido entre motas de polvo que atraviesan rayos oblicuos en su despertar. Para ello, guarda retazos de pasado en recipientes de cristal, junto a leyendas que dan cuenta de verdades reveladas y palabras/enigma a propósito para abrir viejos arcones y orear las cicatrices del tiempo.
Los tránsitos artísticos de Elisa Torreira son un fértil pasear por los desvanes de su infancia, para ventilar los secretos como ropa tendida al sol y obsequiarnos con una revelación: mentiríamos si regresáramos con la misma luz de antes de lo muerto. El compromiso exige lo nuevo — no así la novedad, con su carga banal que ocluye el viaje, la posibilidad de armonizar pasado y futuro (lo que nunca fuimos y lo que venimos dejando de ser) en un esperanzado presente conjugado por sus propios versos:
Ello y el silencio.
Ello y el fracaso.
Ello y yo, juntos.
EL SESGO DE LA SOLEDAD
Sastra del corazón… Costurera de las emociones imprescindibles. Nadie mejor que tú para determinar el bies de la certeza, los frunces de los sentidos que nos revisten como humanos. Nadie más conveniente para trazar la estatura de cuanto nos acortan las ausencias. Pespúntame las diagonales de la decepción.
Orfebre de los alfileres con los que sobrehilar el sesgo de la soledad y los sinuosos formatos de la fiebre. Figurinista del estoicismo que requieren los resortes y la trama de la existencia. De la arquitectura del dolor y todos sus bastidores. Seccióname la indumentaria del silencio. Sus pliegues insospechados.
Confeccionista de los acampanados volúmenes de los deseos y su guata indescifrable. Ribetéame la métrica de la sinceridad.
Diseñadora de la corpulencia de los recuerdos que nunca debieran olvidarnos. Adecúame a la indumentaria de la esperanza.
Tejedora de las brillantes cenefas de la juventud. Vélame con la belleza que posas en cuanto miras.
Delineante de la orfandad de los sueños y sus crías esplendorosas. Festonéanos la cadencia de la lluvia del norte.
Bordadora de la fisonomía de la palabra antes y su tacto sedoso. Libérame de los corsés de la rutina.
Ajústame los brazos, tú que sabes, a las sisas de la muerte. Sugiéreme el canesú de mi propia distancia.
Hilvana, tú que puedes, la retórica de la indiferencia; el vacío de su actualidad. Sus falsos dobladillos.
Trázame los patrones de la realidad. La urdimbre de sus panorámicas inadmisibles.
Téjeme las paredes de lo que somos para quienes nos miran; los muros que no permiten que nos veamos del todo.
Bocétame, para siempre, el envés del jamás.
Los espacios fronterizos de Elisa Torreira.
En mis clases de literatura en la Universidad de Oviedo suelo trabajar con el concepto de liminalidad. Empiezo moviéndome por el aula, acercándome a puertas y ventanas, para explicar que habitar un espacio liminal consiste en no estar completamente dentro ni completamente fuera. Se trata de ocupar una frontera, de existir en un espacio de tránsito. Aunque esta posición puede resultar incómoda por situarnos en un límite, también nos ofrece una perspectiva ventajosa. Porque desde la puerta puedo ver qué ocurre en el aula, pero también la vida que discurre fuera de ella. Puedo vivir en más de un mundo a la vez. Y por lo tanto, un espacio liminal es, sin duda, un lugar posible para que suceda la magia.
La nueva propuesta artística de Elisa Torreira nos lleva a uno de esos lugares. Y no solo porque Área protegida es una obra híbrida que trastoca las rígidas fronteras tradicionales entre lenguajes: la poesía, la escultura, la instalación. Sino también porque nos invita a discurrir entre vestidos que físicamente nos sitúan en un intersticio. La función protectora de la ropa—frontera entre nuestro cuerpo y el resto del mundo, entre lo privado y lo público, entre lo que se oculta a la mirada y lo que se muestra—queda cuestionada por la fragilidad del papel y por la transparencia del metacrilato, materiales que exponen el interior y lo identifican como vulnerable. Los vestidos de Torreira funcionan, en definitiva, como elementos de tránsito entre nuestro yo íntimo y nuestra actuación social. Pero estas son, además, prendas vacías que nos plantean preguntas imposibles: ¿Dónde están los cuerpos que podrían habitarlas? ¿A quién pertenecen estas ropa- esculturas presentadas ante nuestros ojos? Basta un pequeño repaso a la Historia del Arte para entender que la representación del cuerpo femenino desnudo no consiste solo en la ausencia de ropa, sino en la presentación de esos cuerpos bajo la mirada de la cultura dominante, tradicionalmente masculina. Los vestidos de Torreira, incuestionablemente femeninos en su estética, se resisten a la creciente cosificación, pornificación incluso, del cuerpo de las mujeres en nuestra cultura saturada de exhibicionismo tóxico. El interior vacío de las prendas dificulta la exposición corporal que nuestra sociedad normaliza y, a su vez, llama la atención sobre esos cuerpos ausentes que se escapan a la mirada y que son una parte fundamental de la obra.
Los títulos de las tres estancias de Área protegida—Silencio, Soledad, Ruido—añaden capas al proceso de reflexión en el que nos sumerge la artista. Frente a las imágenes de felicidad grupal que inundan las redes sociales, esta obra nos sugiere la desconexión física y emocional del individuo en la sociedad contemporánea. El ruido del consumismo y de la tecnología dificulta la introspección, pero tampoco nos permite establecer conexiones más allá de nuestras pantallas. El biólogo norteamericano Edward O. Wilson ha escrito con elocuencia sobre el Antropoceno, la era geológica en la que vivimos, caracterizada por el poder (principalmente nocivo) que el ser humano ejerce sobre el planeta. Sin embargo, Wilson prefiere hablar de “La Era de la Soledad” para referirse al momento presente, una expresión poética y hermosa pero que en realidad alude a la degradación y desaparición progresiva de ecosistemas y de entornos naturales. “Tengo el corazón roto”, diremos; “necesito del mar para soportarlo”, exclamaremos; “qué no daría yo por escuchar el sonido de un pájaro”, sentenciaremos. Pero estaremos solos, en medio de un silencio irreversible, en un planeta agonizante. No es de extrañar que la propuesta de Torreira nos pueda resultar tan sorprendente como incómoda.
Desde que la artista comenzara a visualizar y a soñar su Área protegida hasta ahora han pasado muchas cosas. La crisis global generada por la COVID-19 nos tambalea y comienzan a surgir textos literarios y obras plásticas que responden a la pandemia desde una multiplicidad de puntos de vista. Aunque los debates internacionales se centran principalmente en los ámbitos científico- sanitarios con la búsqueda de vacunas, las humanidades y las artes se perfilan como agentes activos en una conversación que debe ser necesariamente polifónica para resultar eficaz. En el momento en que escribo estas líneas la expresión “área protegida” invoca geles higienizantes y mascarillas, evoca el olor a desinfectante y la pauta de una prudente distancia física y social. Y estas son, sin duda, nuevas capas interpretativas para la sugerente obra que aquí se presenta.
Este texto está presidido por una icónica cita de la novelista Doris Lessing. “He estado siempre en el borde”, confiesa la Nobel de Literatura. Su afirmación, rotunda y serena, cuestiona la pertenencia al grupo como fuente de identidad y apuesta, en cambio, por los lugares intermedios. Por los espacios fronterizos. Como Lessing, la obra de Elisa Torreira nos desliza hacia los límites. Nos invita a no pertenecer. El viaje es inquietante y excitante a partes iguales. Porque nos marca como disidentes. Porque nos conduce a la magia.
Función sin ensayo
El telón se abrió. Y en el escenario apareció una cohorte de vestidos etéreos, mudos. Cada cual, idéntico al de al lado, guardando la correspondiente distancia de seguridad acorde a los tiempos. Es un área protegida y el vestido-nicho es el caparazón de una no- figura.
Comenzar a pensar es comenzar a estar minado, dijo Camus. Ese día en el que surgen los porqués ya estamos de lleno en un terreno de batalla poblado por fantasmas: la productividad como meta, el consumo a toda costa, la pérdida de la empatía, el narcisismo, la hiperconexión, la banalización, la desaparición de lo simbólico, los ladrones de tiempo, la crisis de las Humanidades, el desdén hacia el pasado, la rebelión sin futuro.
Somos seres locativos en la encrucijada de lo global. Byung-Chun Han expresó que solo el lugar hace posible el habitar y la estancia. Pero la narrativa espacio-tiempo se ha convertido en un algoritmo. ¿Habitamos el lugar? A veces, ni siquiera habitamos nuestro hábito, ¿qué diría de nosotros el vestido que cubre nuestro cuerpo?, ¿somos reflexiones y emociones?, ¿o somos Big Data?
El sujeto está anclado a la vida como el vestido lo está al decorado del cubo blanco. Esa es la base, el amarre, la resiliencia. Lo demás es atrezzo. En el fondo, todo es una representación en la que continuamente improvisamos. Es una función sin ensayo, como declama en sus versos la poeta Szymborska.
Silencio. La obra va a comenzar.
El vestido-nicho es el refugio en el espectáculo del mundo del cual somos actores y actrices en escena, pero también somos el público con trastorno por déficit de atención.
obras
Poema objeto I
«¿Donde comienza el miedo de lo abierto?»
Frasco de cristal con poema pintado
en su superficie
20 x 6 cm
Poema objeto II
«Quizá el dolor conozca mi saliva
En él compone el día su silencio»
Frasco de cristal con poema en acetato,
en su interior
12 x 8 cm
El mar me gusta más desde su orilla
Poema objeto. Cerámica blanca
y metacrilato grabado
26 x 10 cm
S/T VII
«Ahora me regalas flores
Ahora que soy parte sumida de todo
Que solo los muertos conocen»
Acetato con poema introducido en vidrio
21 x 7,5 cm
Tu pelo huele a cebolla
Caja madera / poema objeto
Poliéster, fieltro y dibujo a grafito
11 x 11 cm