LA COSTILLA MALDITA
Anna Jonsson ( Skelleftå, Suecia, 1961), artista sueca residente en España, concretamente en Sevilla, desde hace muchos años, viene realizando un original y personal trabajo escultórico, basado técnicamente en la tradición artística del barro cocido policromado, con el que crea, sin embargo, unas innovadora y contemporáneas iconografías en torno a las identidades femeninas y de las situaciones de las mujeres en la sociedad y en la cultura. |
Las mujeres son siempre las protagonistas de sus historias, a las que presenta en diferentes roles y actitudes, reflexionando sobre determinados aspectos de la feminidad impuesta, así como sobre la exteriorización de las sensaciones, sentimientos, sueños y deseos. Y cuando hace acercamientos al amor, se posiciona desde planteamientos a la vez críticos y humorísticos de la dependencia y la necesidad femenina de él, planteándolo como una drogodependencia, una necesidad obsesiva, un desgaste que lleva a las mujeres al agotamiento, al aletargamiento, casi a la aniquilación en su trabajo escultórico La dama de corazones. Una obra en colores vivos, como todas las suyas, de clara referencia a los juegos de cartas en los que el azar y la suerte son ingredientes importantes en las jugadas, y cuyo sentido traslada al amor, y la posibilidad de tener suerte en él como uno de los ideales de la «feminidad», de encontrar «el amor verdadero y para toda la vida». |
Una dama de corazones parodiada como una yonqui del amor, una drogodependiente que no puede vivir sin estar enamorada, trasformándose casi en una enfermedad, en un vicio. de ahí esa figura tumbada, exhausta, cubierta de decenas de corazones rojos, como una sobredosis amorosa, y con un rostro a mitad de camino entre el agotamiento y el éxtasis, entre el placer y el sufrimiento. |
Anna Jonsson efectúa incursiones hacia los roles socio-culturales de las mujeres y las representaciones femeninas con un espíritu crítico y una fuerte carga corrosiva, pero sin hacer uso en ningún momento de tonos grandilocuentes y dramáticos, y con grandes dosis de sentido del humor. |
Ella construye sus personajes femeninos, tanto por el tipo de representación, por los colores vivos empleados y la narrativa utilizada, como si estuviesen extraídos de cuentos e historias infantiles y juveniles, muchos de la tradición nórdica, no en vano ella ha nacido y se ha educado en esas latitudes. Chicas muy blancas, jóvenes enamoradas que caen encantadas o en sueños profundos, y otras veces rodeadas de animalitos, e incluso ellas mismas transformadas en animales como por encantamiento. En este último sentido es en el que podemos intagrar dos de sus obras Back to the future y Exit. Dos piezas que aluden a la maternidad desde sus habituales estrategias periódicas. Efectivamente Exit es una obra precisa y contundente y ala vez absolutamente cómica que nos produce saludables carcajadas. Una gallina nos es presentada mientras pone un huevo, pero la postura y los gestos de su cara son las de una mujer parturienta, con cara de esfuerzo, apretando todas sus ganas. Una mujer transformada en animal, en gallina, cuyas funciones fundamentales son alimentarse y producirse para conservar la especie. |
Anna Jonsson también nos muestra esa visión que entiende la maternidad como una función de todas las mujeres, de una forma indisoluble, como principal, igual que una gallina, como si no hubiese escapatoria, como si no fuese una opción libre y voluntaria, porque los roles de la feminidad parece que lo exigen, y a la que no es madre se le pregunta » a que está esperando que se le va a pasar la edad» o se entiende que es una «rara» o «excéntrica». Pero también la maternidad vista como obsesión por el cuidado y atención de los hijos, como un estar encima de ellos, e intentar tenerlos controlados en todo momento, en esta mujer-canguro con una bolsa en el vientre para llevarlos consigo en Back to the future. |
Anna Jonsson indaga en imágenes femeninas preexistentes, para abrir nuevas vías de reflexión y de representación de aquéllas desde ópticas nuevas. Así hace un personal y particular acercamiento a la esfinge. En el antiguo Egipto ésta estaba masculinizada, producto de la idealización de algunas personalidades o divinidades con cuerpo de león, que representaba la fuerza y el coraje, y cabeza de hombre, como representación de la inteligencia, la conciencia y la participación de la divinidad. Sin embargo, según la mitología griega, es un monstruo con cabeza y pechos de mujer, cuerpo de león y alas de ave, y representaba la sabiduría. Y según la leyenda, esta criatura se agazapaba encima de una roca, y a los que intentaban entrar o salir de la ciudad de Tebas les proponía un acertijo, y al que no lo resolvía lo devoraba, hasta que apareció Edipo, el héroe, que respondió de forma certera y la esfinge se suicidó. |
Una ogresa enigmática, sensual, e inteligente que mataba varones jóvenes ahogándolos, de hecho su nombre, esfinge, etimológicamente significa la que ahoga. Un abrazo mortal de esa mujer-animal misteriosa, que sería recogida por la literatura y las artes plásticas de finales del siglo XIX con tintes cláramente misóginos. Y es que la Esfinge iba a armonizar de forma ideal con la nueva estética de los simbolistas, seducidos por su exotismo, su naturaleza arcaica, sus connotaciones esotéricas y su fuerte potencial erótico […]. En la pintura simbolista la Esfinge será, pues, a menudo, identificada con la femme fatale». Y. ahora, Anna Jonsson versiona ala Esfinge, decontruyéndola de sus atributos devoradores, enigmáticos y misóginos, y reconstruyéndola con nuevas ópticas en su obra La lectora. esta particular Esfinge nos es representada cercana, humana, y dulcificada, vestida con un traje blanco de lunares negros que incluso se mimetiza y cubre sus patas de león, con sus brazos humanos, que han sustituido a las alas de ave rapaz, y sus manos con las uñas pintadas, leyendo un libro, a la vez que llora. Una Esfinge muy diferente, sensible, emocionada, feminizada, a espaldas de las consabidas atribuciones de las representaciones misóginas. |