Isabel Cuadrado
Artista
sobre la artista
Comienza sus estudios de Bellas Artes en la facultad de Bilbao y se licencia en la Universidad Complutense de Madrid. Asiste a cursos de especialización en la Escola D´Estiu Internacional de Gravat de Calella y en Arteleku. Profesora en la Escuela de Arte de Oviedo, expone regularmente desde 1994.
Utiliza todo tipo de medios y materiales, unas veces materiales artísticos y otras sacados de la vida diaria. Su obra incluye pintura, instalaciones, vídeo, obra gráfica, relojes y libros de artista.
Recibe la beca de la Real Academia de España en Roma en 2004, ha sido artista invitada en los V Encuentros de Belgrado en 2009 y artista residente en el Frans Masereel Centrum de Bélgica en varias ocasiones, en Fiskars Village Artist in Residence, Finlandia, en 2011 y en R.A.T. Puerto Mitla, Ciudad de México, en 2017.
Su obra se encuentra en destacadas colecciones y museos, entre otros, el Centro Gallego de Arte Contemporáneo (CGAC), Museo de Arte Moderno de Amberes, Museo del Grabado Español Contemporáneo (MGEC), Ministerio de Asuntos Exteriores, Colección Cajastur, Biblioteca Nacional, Fundación Unicaja y Museo de Bellas Artes de Asturias.
Textos Críticos
ISABEL CUADRADO
Isabel Cuadrado tiene algo de visionaria y mucho de inteligente. Sus obras me resultan hermosas. Tienen una carga moral incuestionable y fuerte, a veces estoica. Arroja emblemas sobre los hombres. Va repartiendo por las galerías y los árboles formas definidas, cajas que encierran lemas que hablan de ti. Ella sabe, mejor que nadie, que el tiempo pasa.
Un día la ví subida en una escalera, como buscando algo entre las hojas de un árbol del jardín de la Academia. De lejos ya me pareció un acto de exquisitez y de belleza. Pero al acercarme me sentí emocionado al ver que estaba colocando en sus ramas hojas del propio árbol reproducidas con un tórculo en papel satinado, exactamente iguales, con todos sus nervios y sus formas. Una a una amarraba con hilo el cabo de las hojas fabricadas por ella misma. Uno a uno sumaba destinos completos de la naturaleza. Había que mirar con mucha atención la copa para percatarse de su intervención. La obra que acababa de hacer no era para los hombres, era para la vida. Las ramas seguirían creciendo, las hojas naturales se caerían al llegar el otoño, pero las suyas permanecerían. Había injertado en aquel árbol la eternidad posible.
TEMPUS FUGIT
¿Qué es el tiempo, sino el espacio de vida que nos ha sido concedido? Es la dimensión en la que se inscribe nuestra vida, en la que todo nos sucede, la que nos limita. Una fracción de eternidad, una sucesión de instantes cuyo inicio no elegimos y constituye nuestra única y frágil posesión. En lo individual, vida y tiempo están tan estrechamente unidos que no existe la una sin el otro. El tiempo es materia imprescindible de lo humano.
“Mientras hablamos, huye el envidioso tiempo…” escribió Horacio. Y esa percepción del tiempo fugitivo, de la transitoriedad de la vida, ha inspirado a grabadores de todos los tiempos. Las obras de De Vos, Della Bella, Piranesi, Hogarth, Stradanus, Battoni, Goya, Kubin y otros artistas que pueden contemplarse en esta exposición dan testimonio de ello. Ante obras tan acabadas y perfectas, cabe preguntarse si el tema está agotado. Isabel Cuadrado (Oviedo, 1965) responde a esa cuestión demostrando la vigencia de la temática y actualizándola mediante una propuesta artística y conceptual radicalmente distinta.
Frente a las Parcas tejiendo el destino de los hombres, las escenas de desolación, o los descarnados esqueletos que proclaman la muerte, Cuadrado nos ofrece, con extraordinaria limpieza y sencillez, una verdad desnuda. Una verdad serena, privada de angustia y de miedo, sin amenazas. Y se vale para ello de recursos sobrios: la palabra escrita – que ella sabe utilizar magistralmente en su doble vertiente de grafismo y de vehículo de las ideas –, el hilo, los relojes, elementos todos ellos de la vida cotidiana.
La artista, pues, aprovecha sabiamente la cotidianidad para insertar en ella su punto de vista sobre el ser humano, su propia percepción del tiempo y de lo que en él acontece. Y envía al espectador una apelación directa: es a ti a quien está dirigida esa palabra; ese cabo de hilo que ha quedado suelto es para que tú – no las Parcas – decidas qué hacer con él. La aguja que gira y gira sobre una esfera en blanco repitiendo la palabra ahora invita a la acción.
Cuadrado niega lo inexorable. No concede poder alguno a los dioses ni al destino sino que apunta directamente a la responsabilidad individual: cada ser humano goza de la capacidad de decidir, tiene en sus manos las riendas de su vida y puede optar por cabalgar sobre el tiempo o dejarse arrollar por él. Una reflexión tan ética como imprescindible en nuestros días.
LOS MODOS DEL TIEMPO
Desde sus inicios Isabel Cuadrado (Oviedo,1965) se ha mostrado como una artista difícil de clasificar, empeñada en una visión personal y global de un mundo que tiene en lo cotidiano y lo femenino muchas de las claves de su obra. Artista multidisciplinar formada en la Facultades de Bellas Artes de Bilbao y Madrid, su trayectoria ha venido marcada por una continua apuesta por la modernidad. A partir sus primeras obras, tanto en pintura, escultura o grabado recorre muy diversas tendencias desde posturas conceptuales a potsminimalistas, pero siempre resueltas con una especial sensibilidad.
Su interés por el grabado se remonta a su época de estudiante en la Facultad, compaginando sus estudios oficiales con diversos cursos de calcografía y serigrafía en Calella y San Sebastián. De hecho su interés por la obra gráfica se ha mantenido constante a lo largo de estos años, como prueban los trabajos realizados en el Centro Frans Masereel de Bélgica donde ha estado en 1998 o su labor como docente en la Escuela de Arte de Oviedo.
La idea de seriación, muy presente en su obra, tiene aplicación en esta serie de fotograbados, con las diversas piezas del reloj como material iconográfico, metáfora visual del paso del tiempo. Pero la solución empleada en la creación de las imágenes transciende la figura literaria convirtiendo la grafía en una propuesta múltiple y compleja. Aisladas las diversas piezas de la maquinaria del reloj cada una de ellas implica una apreciación del tiempo diferente y una propuesta visual que recorre muy diversos estratos estéticos. A la pureza y geometrismo de la manecillas se contrapone el engranaje interno cuya representación gráfica nos trae el lejano eco de las máquinas futuristas, al igual que su movimiento, plasmado mediante una relación de espirales, se aproxima al arte cinético.
En todo caso las diferentes estampas conjugan los modos del tiempo, su diversa apreciación desde la felicidad a la alienación, desde el amor a la soledad y afirman, como en los versos de Vinokurov, su inexistencia.
Texto realizado para la presentación del libro “El tiempo y el amor”, editado por Fermín Santos, con poemas de Nazaret García y grabados de Isabel Cuadrado, 2001
CASA-PENSAMIENTO
Bajo el enunciado de In hâbitat Isabel Cuadrado ha levantado en el interior del hall una escueta estructura arquitectónica, tanto por su levedad material: papel, cuanto por su definición formal: cubierta y muros laterales. De manera que se trata de una forma genérica: la casa, repleta de significados simbólicos codificados, a partir de los cuales la artista establece su propio discurso.
La casa como refugio, como espacio de seguridad es el primero y más evidente de sus significados, y en la teoría de la arquitectura el interés por descubrir el origen de la disciplina, condujo, ya desde Vitrubio, a la cabaña primitiva, una estructura cúbica sostenida por cuatro troncos de árbol y una cubierta de ramas, es decir un elemental prisma con la cubierta superior apuntada en forma triangular. Por eso la arquitectura, tanto en los periodos iniciales de su desarrollo como en aquellos momentos en los que ha querido retornar a la pureza y simplicidad compositiva, ha tendido a componer a partir de aquella estructura. Por ejemplo, en los años ochenta la arquitectura postmoderna resucitaría aquella idea llevando en numerosas ocasiones la “casita” a muchos de sus proyectos; una “casita” que será asimismo figura utilizada por diversos artistas plásticos: desde Dan Graham a Per Barklay. Sin embargo, desde el punto de vista semántico, los artistas le han aplicado significados muy diferentes: desde la mirada de género de Louise Bourgeois a la rotundidad asemántica de Joël Shapiro. La casa de Isabel Cuadrado es alusiva al conocimiento, a la Filosofía en particular, que es la encarnación por antonomasia de aquél.
Desde el punto de vista compositivo recurre a aquella forma elemental, a aquella casa genérica que enlaza con la cabaña primitiva, o si se prefiere con “la casa de Adán en el Paraíso” por utilizar la poética expresión de Joseph Rykwert, es decir, un planta rectangular rematada por una cubierta a dos aguas. En este caso la cubierta se prolonga con absoluta limpieza en los muros laterales sin más ruptura que un quiebro cercano a los ciento ochenta grados para convertir el plano inclinado correspondiente a la cubierta en el perpendicular del la fachada; una fachada que no llega a descansar en el suelo, por lo que esta “casita” resta suspendida en el espacio, convirtiéndose de ese modo en una forma simbólica, en la proyección imaginaria de una arquitectura que no sólo soslaya la función propia de aquella sino también la solidez material misma. Esta casa está literalmente formada por las páginas de casi noventa textos que recorren la historia del pensamiento filosófico que se han liberado de su reclusión en la encuadernación del libro para desplegarse, como las hojas de un acordeón, en prolongadas líneas que invaden el espacio. Yuxtapuestas de manera ordenada a uno y otro lado de la cumbrera constituyen ahora las tejas que materializan la cubierta y los muros laterales. La forma y posición de cada página que da forma al tejado rememora la de aquel elemento constructivo. Más abajo las líneas, que es en lo que se han convertido las páginas de cada uno de los libros, dan forma, cierran la estancia, pero en consonancia con la liviandad del conjunto, se convierten en franjas ligeras que responden a la menor alteración atmosférica con el movimiento, convirtiendo los planos laterales en cortinas oscilantes. Así que el resultado es una arquitectura-libro o si se prefiere una arquitectura-pensamiento habida cuenta de la composición ilustrada de su cuerpo formal. Muros tatuados por la escritura, estructuras que acogen y ofrecen su riqueza discursiva a quien se aproxima a ellos, habitáculo de la reflexión en definitiva.
Y desde luego refugio del pensamiento. Así la primera de las razones que justifican la existencia de la arquitectura: la protección física del hombre, queda transferida a la inmaterial del pensamiento. Frente a la brutalidad irracional, la acción física caprichosa o agresiva, esta casa se convierte en el hábitat de aquél, tal como reafirma su autora en el título del proyecto, o sea en el receptáculo de la reflexión. Es esta última acepción del término hábitat, la que adopta la artista, duplicándola podría decirse, ya que el propio espacio de la intervención es lugar de residencia del pensamiento: la Facultad de Filosofía y Letras. Esta casa ligera suspendida en el espacio, esta arquitectura en el interior de otra, metaforiza la concentración del saber filosófico, por lo que para responder a las condiciones de la disciplina que encarna se muestra simultáneamente sólida y dúctil, sencilla y compleja, de presencia rotunda y materialidad mórbida. Una casa del saber que nos seduce con su poética estructura para que nos imbuyamos en sus significados.
CUADRADO TEJE EL HILO DEL DISCURSO
Líneas, hilos, pintura y movimiento: la combinatoria de esos cuatro elementos según conceptos y técnicas muy diferentes es capaz de generar toda la obra recogida en la doble muestra que Isabel Cuadrado (Oviedo, 1965) presenta estos días en la galería Vértice, en la que la artista expande hacia nuevos territorios la disciplinada investigación de las posibilidades de lo lineal y el movimiento emprendida en muestras anteriores. El apartado de la muestra titulado escuetamente «Pintura» recoge una selección de obras próximas -en principio- al formato pictórico, mientras que, bajo el título «El funámbulo», se exhibe una impactante instalación que ocupa uno de los muros de la Sala 0 de la galería ovetense.
La utilización de distintos tipos de hilos, que la autora emplea de maneras muy distintas, es el rasgo más llamativo del conjunto de piezas reunidas en Pintura. El concepto común a todas esas obras, por debajo de su variedad de efectos y de procedimientos, está, según Isabel Cuadrado, en el intento de «transformar la línea en algo físico», tridimensional, más allá de su fisicidad en el plano dibujado. Ambos elementos, que ya habían sido profusamente utilizados por la artista en su obra gráfica y en su pintura, establecen un juego de múltiples direcciones. Las líneas se prolongan en los hilos que brotan de la superficie de la pintura con el efecto de una refracción o un cambio de velocidad en el trazado; o bien los hilos, una vez brotados de la bidimensionalidad hacia la tridimensionalidad -dejándose caer azarosamente, entrecruzándose o disponiéndose en estrictas composiciones geométricas-, «dibujan» sobre el plano con sus sombras o disponen un ambiguo juego de tramas al intersecar hilos y sombras. En este caso interviene además, añadiendo un elemento de sensualidad y de gesto, el fondo pictórico sobre el que se disponen líneas e hilos.
Como en su reciente muestra “Universosangre”, expuesta en la galería pacense Ángeles Baños, Isabel Cuadrado emplea también piezas circulares de ganchillo negro que la artista utiliza para encubrir vacíos en el lienzo, y cuyos calados amplifican hacia el interior del espacio de la obra los sutiles matices de volumen que en otras piezas se proyectan hacia el exterior del plano, expandiendo la ambigüedad entre lo pintado y lo real que impregna el conjunto de «Pintura». «No hay ningún tipo de reivindicación feminista en el uso de estos ganchillos, sino simplemente un interés en los efectos que consigo al utilizarlos», puntualiza la autora, desmarcándose del uso de este tipo de técnicas, tan connotadas de femineidad, en otras artistas.
Los efectos que Isabel Cuadrado obtiene a partir de todo este juego oscilan entre el dinamismo óptico del «op-art», la sobriedad reflexiva del minimalismo pictórico y el estímulo puramente conceptual. No en vano, el trasfondo de todo este discurso parece ilustrar un juego etimológico y de conceptos. En «Pintura» hay una analogía de base: el hilo viene a ser al tejido lo que la línea al dibujo? o al texto, un elemento que la autora ya había investigado como materia prima en su instalación «In Hâbitat». Isabel Cuadrado explota el parentesco entre las dos ideas y sus respectivas palabras, de modo que en estas obras la línea se ahíla y se convierte en la materia prima conceptual de la hilatura y, al revés, el hilo se adelgaza y se conceptualiza. Lo textil se convierte en textual, y viceversa. Y en ese juego se trenza una especie de metatexto que es el que hay que seguir para descubrir el enmarañado y multiforme relato de esta exposición.
Un relato que también se halla presente, pero escenificado de un modo completamente distinto, en “El funámbulo”, una exquisita instalación en la que Isabel Cuadrado parece haber trazado un diagrama que ilustra el modo en que la interposición del tiempo y el azar alteran incluso lo más sencillo.
El recorrido del hipotético «funámbulo» -la mirada, en realidad, del espectador- discurre en forma de fluida línea negra por la blancura del muro hasta que se topa con espacios circulares donde el discurso se altera y el orden del tiempo impone demoras, detenciones y, finalmente, extravíos. Isabel Cuadrado ha empleado para ello un recurso que ya había explotado con ingenio y brillantez en exposiciones como «Ahora»: mecanismos de relojería que, en este caso, se interponen en el trayecto de la línea como una plataforma ferroviaria en el trazado de una vía, y perturban con su giro, segundo a segundo, el flujo de un discurso incierto.
Mudanza de Isabel Cuadrado.
Antes de abordar el comentario pormenorizado de las series que componen el significativo epígrafe Mudanza, quiero detenerme en algunas cuestiones preliminares, por cuanto resultan lo suficientemente esclarecedoras sobre la singular personalidad de la artista.
Isabel Cuadrado (Oviedo, 1965) se ha mostrado, desde el inicio de su trayectoria, como una creadora volcada hacia la experimentación constante de los recursos expresivos y de las formas, previamente intuidas e indagadas. Desde esa faceta, se la podría definir como una artista excepcional, cuya enunciación creativa evidencia una tendencia a la hibridación y a la transversalidad, postulada casi siempre sobre unos parámetros conceptuales muy específicos. Al volcar en sus trabajos elementos orgánicos (pelos), objetos personales (medias) o utensilios domésticos (platos, cuchillos), entre una gran diversidad de medios expresivos cierto es, sus numerosas exposiciones evocan los diversos ámbitos de meditación de la autora anclados, la mayor parte de las veces, en una traslación biográfica y autorreferencial.
En definitiva, su reflexión personal no ha eludido, ni en el fondo ni en la forma, la toma de conciencia de su propia realidad femenina (Frágiles, 1994). La afirmación de su individualidad también logra traducir una gradación de bellísimas metáforas visuales que giran en torno a la noción de otredad como trasunto de felicidad, y en tanto que argumento de desazón o angustia en determinadas ocasiones (En vilo, 2003; Todas hieren, 2006). Aún no ha cesado afortunadamente la exploración de su universo mental, emocional y cultural, que ha logrado materializarse en morfologías que remiten al tiempo (Ahora, 2007), al espacio (Islas pasajeras, 2006/2007; In habitat, 2007) y a la lingüística desde una doble enunciación estética y cultural (Apuntes de historia, 1997/1999; Verbos transitivos, 2008; Lecturas escogidas, 2008).
Como ya se podía advertir en cada una de sus exposiciones precedentes, la modulación de sus preocupaciones y su traslación matérica describen unas constantes que aún perviven en la trilogía Mudanza, realizada para su exhibición en el Museo del Grabado Español Contemporáneo de Marbella. Señalar, en primer lugar, el ingenio y la riqueza inventiva, cualidades siempre presentes en todas sus obras y que han facultado a la artista para desarrollar proyectos muy arriesgados, dado el nivel de austeridad, síntesis y sobria precisión de determinadas intervenciones (Interrupciones, 2008). Valoro asimismo su certera condensación formal que facilita, a buen seguro, su tránsito de una técnica a otra y de un género a otro, sin que el enunciado conceptual pierda, por ello, su verdadera esencia. Y muy al contrario, se podría añadir incluso que por medio de la combinatoria de estrategias plásticas la artista acrisola mejor aún un discurso esencialista, volcado en mayor medida ahora hacia la reflexión lingüística, como ya se ha puesto de manifiesto en las obras que conforman Apuntes de historia, 1997-1999.
Su traslado incesante, o su continua mudanza de un medio a otro, en una suerte de concatenación interdisciplinar de técnicas y de procedimientos, contribuye a corroborar su peculiar talante creativo. Esta actitud artística, y cabría añadir incluso rara aptitud, tan sumamente permeable y desinhibida enriquece notablemente toda la producción de Isabel Cuadrado, cuya levedad formal resulta tan definitoria como engañosa, y cito a tal efecto la bellísima relación de obras recogidas bajo el epígrafe Ajuar.
En su esencia creativa, Isabel se presenta siempre ligera de equipaje, dispuesta a soltar todo el lastre sobrante, presta a la captura de nuevas emociones, sutiles, delicadas y minimalistas, que cobran un enorme efecto en el despliegue compositivo de sus depurados trabajos. En ese sentido, señalo nuevamente las estampas de la serie Ajuar que han sido elaboradas en el Frans Masereel Centrum de Kasterlee (Bélgica) a partir de un elemento preexistente. Las serigrafías no hallaron, sin embargo, su conformación definitiva hasta que la artista no incorporó la transparente silueta de un utensilio doméstico, cuyo significado ambivalente incrementa la relación de extrañamiento, de oposición y de contraste entre los primorosos manteles y el acerado cuchillo. En ese entorno, el apuntado objeto deviene asimismo aguja que pauta el tiempo como ya se pudo advertir en sus alocados relojes (Ahora), pero este elemento inquietante también logra cumplir una función narrativa, estimulando al espectador a buscar correlaciones literarias, sociales y personales.
Lo cierto es que las tres series (Ajuar, Verbos transitivos y Lecturas escogidas), junto con una pieza más (Caldo de cultivo, 2008), han sido concebidas al modo de tres cantos independientes. Cada conjunto de obras conforma por sí mismo una realidad autónoma, anclada en el pasado y situada a la vez en el presente. Al propio tiempo, todas las aportaciones se interpenetran unas con otras dentro de un plano conceptual y morfológico muy complejo. En cualquier caso, subyace un hilo conductor que modula subrepticiamente la divergencia poética de esta trilogía. En una relación inversamente proporcional, sus sobrias y elementales composiciones trasladan unos códigos muy herméticos que remiten a la interpretación del lenguaje natural y a la representación formal de los signos lingüísticos. Vale la pena citar dos de las series, Lecturas escogidas y Verbos transitivos, que traducen el singular ingenio de la autora.
Los primeros vanguardistas del siglo XX (Cubistas, Futuristas, Dadaistas, etc…) ya se habían percatado de la ductilidad de los códigos lingüísticos que ocupaban espacio plástico y desempeñaban al mismo tiempo funciones enunciativas dentro de sus composiciones. Esa doble relación del lenguaje no ha pasado desapercibida tampoco para otros muchos creadores posteriores. Toda la trayectoria de François Dufrène (París, 1930-1982) pone el énfasis en la proyección estética del lenguaje y su valor semántico. Vale la pena mencionar a tal efecto la serie sobre soporte papel Cantate des mots camés, 1971-77, y su sorprendente acompañamiento sonoro. Las aportaciones de Isabel Cuadrado, y especialmente las que componen sus Verbos transitivos, conectan con la aportación de este artista y de otros creadores más jóvenes. En tal sentido también vale la pena citar a Herald Klingelhöller (Dusseldorf, 1954) cuyos trabajos más recientes se inscriben igualmente dentro de este contexto interdisciplinar y de transversalidad creativa.
La alusiva designación Mudanza, elegida por Isabel Cuadrado para definir su última muestra, también remite al lenguaje como signo, forma y sintagma siempre cambiante, siendo esta noción aún más perceptible que en anteriores ocasiones. En definitiva, Mudanza hunde sus sustratos de referencia en aportaciones pasadas, pero trascendidas ahora desde un enfoque innovador, dado que los enunciados formales de las estampas traducen asimismo la perspectiva idiomática francés/inglés de cada una de las dos series Lecturas escogidas/Verbos transitivos. La autora ha querido utilizar las páginas de una obra de Sartre como punto de partida creativo (Lecturas escogidas) y también ha elegido la interminable transcripción caligráfica de una amiga (Verbos transitivos) para configurar una sucesión de imágenes que ofrecen concomitancia estética con la serie Ajuar.
De una parte, la artista preserva en estos conjuntos determinados elementos espacio-temporales (tapetes, engranajes y enunciados verbales) que delatan su perspicaz y selectivo sentido de la mirada. Tarea que acontece siempre con una antelación imprevisible, dado que pueden transcurrir incluso varios años antes de propugnar una nueva interpretación a esos elementos fortuitos, a dichos hallazgos sutiles e inesperados. En ese momento, el planteamiento de la artista consiste en transformar la anécdota del objeto encontrado en categoría creativa, al integrarlo dentro de un contexto mucho más amplio, versátil y prolijo. A pesar de la bien diferenciada naturaleza y de la divergencia de escala en la representación de signos y formas, la autora logra una trabazón poética sorprendente. De otra parte, el circulo en tanto que forma perfecta, como traducción cosmogónica del tiempo y del espacio universal, se impone sobre el vacío del soporte (Ajuar, 2006-2008) o sobre el vértigo narrativo de L’Être et le néant de Sartre (Lecturas escogidas, 2008). De otra parte, no se ha de olvidar que este emblema ya se había podido advertir en otra no menos significativa trilogía Paraísos familiares, Paraísos mecánicos y Paraísos literarios, 2005), a buen seguro, precursora de la presente triple correlación artística.
Ya se ha podido advertir desde las etapas germinales de la artista la potencia de su pulso artístico en el que se evidencia una enorme originalidad formal y una simbolización consciente de su universo más personal e intimo. Mudanza se inscribe dentro de una metodología creativa rigurosa y coherente que ha permitido a la autora configurar un caudal de imágenes enigmáticas, pregnadas de connotaciones profundas y conectadas con su extenso imaginario personal. Añadir, por último, que la aparente sencillez con la que Isabel articula los mensajes, no debe prestar nunca a equivoco, por cuanto que esa supuesta simplicidad mitiga visualmente la densidad del contenido, que se muestra siempre versátil, plural y, de alguna manera, polifónico.
EMERGENCIAS: EL ARTE JOVEN EN ASTURIAS.
Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, Isabel Cuadrado (Oviedo, 1965) ha desarrollado una dilatada y reconocida trayectoria artística que, desde 1992, ha venido compaginando con la docencia del grabado en la Escuela de Arte de Oviedo. Su vocación multidisciplinar la ha llevado a abordar distintas modalidades plásticas que, desde el grabado a la pintura, pasan por la escultura, la fotografía y la instalación. Su prolífica inmersión el territorio de la gráfica, bien conocido por nuestra artista, tanto desde el punto de vista docente como también profesional, se ha visto implementada a partir de las estancias que, desde el año 1998, ha llevado a cabo en el prestigioso centro internacional de grabado Frans Masereel Centrum (Bélgica).
La labor de esta ovetense ha sido reconocida a través de distintos premios y becas, entre los cuales cabe destacar el Primer Premio obtenido en el VI Premio de Pintura El Brocense (1994), promovido por la Diputación de Cáceres; el Premio Cajastur en el XXX Certamen Nacional de Arte de Luarca (1999), el Primer Premio del XV Certamen de Pintura Nicanor Piñole (2002), el Primer Premio de Poesía Experimental de la Diputación de Badajez (2002), la Mención de Honor en el Premio Nacional de Litografía Ciudad de Gijón (2004) o el Premio María de Salamanca en los XIII Premios Nacionales de Grabado (2005).
Ya su primera exposición individual, Frágiles (1994), en la desaparecida Sala Paraíso de Oviedo, se puso de manifiesto el interés espacialista de la artista, a partir de la incorporación de piezas móviles, ligeras estructuras de hilos de cobre y la ocupación del suelo de la sala. Desde entonces, Isabel Cuadrado, partiendo de una posición experimental, se ha planteado una constante y siempre renovada línea de investigación que le ha llevado, desde la hibridación y la transversalidad, a indagar con diferentes medios expresivos, haciendo uso de una multiplicidad de soportes que incluye materiales cotidianos, orgánicos, papel, parafina, cobre, plomo, loza, betún, lana, fieltro y otros tejidos. En algunos trabajos ha empleado, además, mobiliario doméstico, reflexionando sobre el concepto de la presencia en la ausencia, o lo que es lo mismo, la evocación de la presencia humana a través de su sustitución por otro elemento.
De ello han dado prueba sus numerosas exposiciones individuales, tales como Operaciones (1998), auspiciada por Caja de Asturias; Pintura (1999), en la Galería Vértice de Oviedo; Salida de emergencia (2001), en el Centro de Cultura Antiguo Instituto de Gijón; En vilo (2003), intervención desarrollada en el Horno de la Ciudadela de Pamplona; Todas hieren (2006), en la Galería Espacio Líquido de Gijón; o In habitat (2007), instalación emplazada en la Facultad de Filosofía y Letras de León. Presentada en Arco 2000 por la ovetense Galería Vértice ha participado en una amplia gama de certámenes colectivos, como la Bienal de Artes Plásticas Ciudad de Pamplona, la Muestra Regional de Artes Plásticas del Principado de Asturias o el Certamen Nacional de Arte de Luarca.
Telas rasgadas, presionadas y dobladas, cuerdas tendidas en el espacio, mimbres atravesando sillas, y juegos lumínicos, constituyen algunas de las estrategias plásticas de las que la autora se ha servido. Entre sus numerosas propuestas, podemos subrayar la realizada en relación con el proyecto Espacio / Space, presentado en el Midlands Arts Centre de Birmingham y el Museo Juan Barjola de Gijón (2004). En aquella ocasión, Isabel Cuadrado introducía luz eléctrica en obras pictóricas, rasgando las telas, trazando formas, pliegues y líneas, sustituyendo la pincelada por el corte, la herida y la llaga [6] .
Excepcional, sin lugar a dudas, es una de sus últimas intervenciones: In habitat (2007). Una instalación, concebida para el hall de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de León, configurada como una impresionante estructura arquitectónica, sumamente depurada en su definición formal y extraordinariamente leve en cuanto al material empleado: el papel. La casa, con toda la semántica y la carga simbólica que a tal elemento se asocia, ligera, suspendida en el espacio, que Isabel Cuadrado construía, se presentaba como un receptáculo para la reflexión, un reducto del saber.
En esta ocasión, para la exposición ¿Qué arte?, en el espacio expositivo del Banco Herrero, Isabel Cuadrado nos ofrece Islas pasajeras (2006/2007), una instalación cargada de simbolismo, alusiva a conceptos como el viaje, el sueño, el tránsito. Un ilusorio juego, generado por la combinación entre retazos de imágenes fotográficas y espejos, en los que se ve reflejado el espacio de la sala. Una sutilmente ingeniosa y ambigua intervención con la que la creadora nos invita a trasladarnos a otras realidades.
obras
Geometrías domésticas
Serigrafía sobre papel Incision 300 gr.
Edición de 9 ejemplares
100 x 70 cms